M e diagnosticaron epilepsia a los 12 años y desde entonces mi vida cambió. Los neuropediatras no pudieron determinar cuál había sido la causa con seguridad, dedujimos que fue hereditaria, ya que una hermana de mi abuela paterna padece la misma enfermedad. Me recetaron muchos medicamentos los cuales soy alérgica a la mayoría. Hoy en día tomo lamotrigina y topiramato ya que la sola lamotrigina no me funcionaba.
Mi vida fue triste y muy dura a partir de entonces. Iba entrando en la adolescencia y los compañeros de clase se burlaban de mí por las crisis. Conforme pasó el tiempo, los maestros y el resto de la clase ya sabían cómo actuar y empezaron apoyarme. El día más difícil sin duda fue cuando durante una visita a un neurólogo me dijo que no podía hacer vida normal nunca más; que no podía estudiar, no podía casarme ni tener hijos, adiós al deporte, nadar e ir en bicicleta… En ese momento mi vida se acabó, se derrumbó en un instante. Mi madre no se quedó con esa respuesta y buscó más médicos, hasta que encontró a uno que nos dio esperanzas. Me explicó de forma muy clara cuales iban a ser mis las limitaciones, como la dificultad de quedarme embarazada o el sobreesfuerzo que me supondría estudiar en comparación con una persona sana, pero que con mucho sacrificio lo podría conseguir. Eso me dio ánimos para seguir adelante y batallar.
A medida que se iba acercando el fin de la secundaria, mi madre me aconsejó que estudiara hasta la preparatoria/bachillerato y que luego hiciese algo de belleza. Al principio lo pensé pero me di cuenta en seguida que si iba a estudiar sería para ir a la universidad y cumplir mi sueño de estudiar psicología… ¡Y así lo hice! Terminé la carrera, me gradué y hoy en día estoy casada y tengo dos hijos. No fue nada fácil, tuve complicaciones en mis dos embarazos por culpa de las crisis pero gracias a Dios nacieron bien. Actualmente tengo 37 años, trabajo en el departamento de recursos humanos de una empresa y llevo ahí 7 años. Me han apoyado muchas de las personas que trabajan ahí, tanto compañeros como jefes.
El mayor consejo que les puedo dar es que luchen por sus sueños hasta donde puedan, que esta enfermedad o condición, como les llaman algunos, no les haga caer en depresión y busquen la manera para lograr sus metas. Tengo crisis cada 3 a 6 meses y me desplomo cuando sufro una, me muerdo la lengua y me lastimo, pero en estos momentos me recuerdo que debo seguir adelante por mí y por mis hijos y que puedo contar con el apoyo de mi marido que lo lleva haciendo desde hace 15 años.