En este pasado mes de junio he realizado dos deseos que tenía hace un tiempo: uno era ir a ver a mi hijo a El Prat, donde vive ahora y, otra, visitar la sede de mjn-neuro, en Blanes, y conocer en persona a Marina y a Anna. A David ya le conocía, pero igual fue un placer verle. Me dio mucha pena que no estuviera Salva, que fue mi descubridor y por el que estoy hoy aquí escribiendo estas líneas. Fuimos hasta allí mi marido, mi hijo y yo. Fue una mañana muy agradable, aunque cuando llegamos a Blanes estaba lloviendo y llegamos un poco mojados a la sede. Nos trataron muy bien. Nos dieron toda clase de explicaciones acerca del dispositivo y de otras investigaciones para ayudar a otras personas con otras enfermedades, como el Alzheimer. Tuvimos, además, la oportunidad de ver el dispositivo en directo, pues yo solo lo había visto en foto.
Luego, nos fuimos a comer. No sabíamos si arriesgarnos a comer en una terraza junto al mar porque, aunque había dejado de llover, todavía estaba muy gris. Pero nos pusimos en una terraza techada y aún tuvimos la suerte de que salió el sol. Comimos muy bien y muy agradablemente.
También hemos aprovechado para hacer vida de turistas. ¡Qué dura es la vida del turista! Yo al menos, me canso muchísimo. No paras de hacer desplazamientos cortos, pero que, un día tras otro, al final, has hecho en cuatro días un montón de kilómetros. Fuimos a Montserrat un día. Es espectacular. Subimos en tren cremallera. Se estaba muy bien porque no había mucho follón de gente en ningún lado y podías ver las cosas con mucha tranquilidad.
Nos dieron toda clase de explicaciones acerca del dispositivo y de otras investigaciones para ayudar a otras personas con otras enfermedades, como el Alzheimer
Otro día fuimos a Rupit, un pueblo precioso y desconocido para mí. Está magníficamente conservado. La foto que hoy os mando, corresponde a los alrededores de este pueblo que hay que visitar.
Fue una semana de mucho ajetreo. Además, coincidió con la noche de San Juan y pudimos vivir en directo lo que para una ciudad mediterránea significa esta festividad, con lo que conlleva de pólvora, petardos y fuegos artificiales.
Tengo la suerte de que la epilepsia que yo tengo no es sensible a este tipo de ruidos. Es cierto que me molestan, que no me gustan mucho, pero no me provocan ningún tipo de crisis. Lo que más me angustia son las aglomeraciones de gente. Lo paso muy mal. Las dos últimas a las que he asistido fue la ya lejana, aunque no olvidada ni perdonada, por Miguel Ángel Blanco, y la que se hizo en Madrid no hace mucho por Ucrania. A esta última fui porque me sentía con la obligación de ir. Pero, francamente, lo pasé fatal. Seguro que ni la décima parte de cómo lo están pasando todas esas personas que, de repente, se encuentran sin nada, sin casa, sin alimentos y bombardeadas constantemente. Por eso fui.
El pasado día 3 de julio fue mi cumpleaños. Por aquellas cosas de la vida, no lo celebré, pero espero hacerlo el domingo que viene con mi hijo mayor y su familia (al pequeño, el que está en El Prat, lo tendremos presente de forma virtual).
Un saludo a todos. Para agosto me cojo vacaciones. Así que la próxima será ya en septiembre. ¡Buen verano!