Todas mis entradas, hasta ahora, han sido relacionadas con acontecimientos, sentimientos o situaciones que tenían que ver con mi vida. Hoy quiero referirme a un compañero que, para mí, es un ejemplo de superación y adaptación a aquello que la vida nos trae. Porque la vida es como es; es nuestro espíritu de querer disfrutarla lo que nos impulsa a alcanzar la felicidad.
JC tiene ese espíritu. Un espíritu alegre, trabajador, entusiasta y con una capacidad de adaptación increíble. Cuando era adolescente, padeció una enfermedad “rara”, (nunca nadie le supo decir qué enfermedad era), que tuvo como consecuencia una discapacidad del 67% diagnosticada ya a los 18 años. Su discapacidad hace que la parte izquierda de su cuerpo no responda eficazmente. Y más adelante, una epilepsia que hoy tiene controlada. Podríamos pensar que tiene todas las papeletas para llevar una vida infeliz. Nada más lejos de la verdad, tiene más empuje que yo.
Aprovecha todos los inventos que existen para poder hacer lo que cualquier otra persona, por ejemplo, un coche adaptado que él mismo conduce. La felicidad la llevamos dentro. No se trata del manido mensaje, que actualmente está tan de moda, de que hay que ser felices sí o sí. Se trata de una actitud ante la vida, de una manera de ver las cosas en positivo. Por supuesto que hay baches y bajones. JC también los tiene y es lo que le hace humano y lo que hace pensar que su actitud es imitable, que todos podemos aprender de él, incluso, que cuando uno se cae, es posible volver a levantarse, si se quiere. La vida es así.
No quiero olvidarme de mencionar en esta entrada la II Feria de Investigación sobre la Epilepsia, a la que asistí el pasado 23 de mayo, y donde pude, por fin, conocer en persona a Salva, que fue quien me dio la oportunidad de escribir en este blog. Estoy muy agradecida porque, para mí, escribir tiene una función terapeútica importante. No sé si os sirve de algo. Egoístamente, he de decir que, a mí, sí. Me sirve a poner en palabras lo que siento y a ver que nada de lo que me pasa es tan horroroso como para no poder vivir con ello y, no solamente eso, sino que no me impide perseguir mis sueños, cuidar de mi gente y que me cuide o disfrutar de un agradable paseo al atardecer. La vida es así.
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