E mpecé con unos “mareos” raros que resulta que terminaron siendo crisis de ausencia. Fueron mis inicios con la epilepsia; esa odiosa enfermedad. Aunque se puede hacer relativamente vida normal, te condiciona, te impide conducir, te avergüenza y te prohibe vivir situaciones como compartir una botella de vino el día de tu aniversario. Agradezco que apareciera a mis 21 años y no antes, pero la sigo odiando.
La epilepsia te recuerda que ser mamá y
tener esta enfermedad es difícil,
pero no imposible
Pese a todo, los días buenos, los malos y los súper malos, intento llevarlo lo mejor que puedo y con el mayor sentido del humor. Mis crisis con pérdida de conocimiento y caídas ya me llevan a tener el carnet de paciente VIP de mi hospital, algo que por más que me esfuerce, no conseguiré evitar. Ahora tengo 34 años y estoy intentando empezar una nueva y pequeña vida; la epilepsia te recuerda que ser mamá y tener esta enfermedad es difícil, pero no imposible. Yo me he propuesto, como dice Pablo Alborán, “salir ilesa del desastre” aunque no sepa cómo, voy a intentarlo.