Un artículo de nuestra colaboradora Irene Tarragó
Un mes más me enfrento a una hoja en blanco en la que plasmar mis ideas, vivencias, temores y esperanzas que no dejan de ser las mismas que las de una persona que no tenga epilepsia.
Porque los seres humanos queremos y anhelamos que nos quieran, ser aceptados en el grupo, valorados, etc, seamos como seamos, tengamos la enfermedad que tengamos o el color de pelo que tangamos.
Porque partimos de la base de que todos somos iguales. El albañil, el rico, la astronauta, el modisto, la gitana, la médico, la persona con diabetes, epilepsia, ELA, ceguera o artrosis. Y si sabemos que todos somos iguales y que todos ansiamos lo mismo, ¿por qué nos esforzamos tanto en no admitir a los que piensan distinto o tienen una enfermedad o tienen un origen distinto al nuestro? Porque no nos ponemos en el lugar del otro.
Porque mirarse el ombligo es muy complaciente. Y olvidarse un poquito de uno mismo y mirar al otro de igual a igual es un poco más complicado. Pero todo es ponerse y ejercitarlo. Y es muy beneficioso para quien lo ejercita porque abrir la mente te hace mucho más inteligente.
En este mes de octubre, en el que el próximo día 12 celebramos la festividad de Nuestra Señora del Pilar, la virgen de mi tierra, Aragón. Yo, aunque soy católica porque estoy bautizada, la verdad es que ejerzo poco porque la iglesia católica no me convence nada. Pero tengo una devoción especial por la Pilarica y es a las pocas que les rezo y pido por las personas a las que quiero. Pues en este mes, os reto a intentar ejercitar la empatía y abrirse a conocer nuevas gentes, con otras enfermedades, con otros orígenes o con otras ideas. Será nuestra contribución a calmar el ambiente de crispación que existe hoy día en el mundo, empezando por el ruido que hacen nuestros políticos y terminando por las guerras que hoy en día se están desarrollando por todo el planeta. Somos seres humanos y no lo parecemos.
Irene Tarragó Pascau