Un artículo de nuestra colaboradora Irene Tarragó
Escribo este artículo cuando hace una semana de la terrible DANA que ha asolado varios pueblos de la Comunidad Valenciana, Castilla La Mancha y Andalucía.
Mis sentimientos al ver la magnitud del desastre no pueden sino estar con todas las familias que han perdido todo, algunos incluso familiares o amigos. Se contabilizan ya 217 muertos, a día de hoy, pero no sabemos todavía cuántos son los desaparecidos. Lo peor de estas cifras es que detrás hay personas, vidas truncadas, sueños rotos.
Los testimonios que hemos visto en televisión de las personas que nos cuentan lo que han vivido son tan desgarradores que yo no puedo reprimir mis lágrimas y me siento impotente de no poder hacer más por ellos. Lo que me consuela es la respuesta de tanta gente, sobre todo jóvenes, que no se lo pensaron dos veces y acudieron a echar una mano con palas, cubos, llevando ropa, agua… mucho antes que cualquier ayuda oficial.
Solo pensar en haber pasado por eso me lleva a dar las gracias por estar aquí. Los privilegiados que no lo hemos vivido tenemos la obligación de ayudar, en la medida de nuestras posibilidades, ya sea yendo allí, con donativos de toda índole, rezando quienes tengan fe. Cualquier cosa menos quedarnos impasibles. Solo pido a quienes tienen las herramientas, vehículos, formación, poder… que se pongan de acuerdo, que remen a una, que aparquen sus disputas ideológicas, que esto no va de política, que va de ayudar a la gente, de ser empáticos y, una vez que acuerden las medidas de ayudas que se van a dar, que no se les olvide, que lo cumplan. Aún hay personas en Lorca pendientes de las ayudas y en La Palma viviendo en barracones.
La sociedad civil es la que está dando una lección de civismo, solidaridad, amor, empatía que es digna de admiración. Y, aún siendo solidarios y estar metidos en el barro desde el principio, salvando incluso vidas con medios rudimentarios, vemos cómo aún con eso se sienten impotentes porque con lo que tienen no pueden hacer más.
Espero que este desastre no se olvide. Que se tomen medidas para que no vuelva a ocurrir. Igual que en 1957 se desvió el curso del Turia para que no inundara la ciudad de Valencia, ya que ya se habían producido varios desbordamientos, que se investigue y se realice lo necesario para que toda esa agua que ha acabado en los pueblos destrozándolos pueda desviarse por otros sitios. Yo desconozco cómo se puede hacer, pero estoy segura de que hay ingenieros que saben y si no que pidan ayuda a la IA.
Hoy no hablo de epilepsia, lo sé. Y eso que estamos en noviembre, mes de concienciación sobre epilepsia, pero no tengo el cuerpo para ello. Me preocupan, eso sí, las personas con epilepsia que están allí y no tienen acceso a su medicación. Se están realizando puntos de distribución de medicamentos, pero todavía no se tienen todos.
Un abrazo sincero a todas las personas que se han quedado sin nada y a todas las familias que han perdido a alguno de los suyos. Mi corazón está con ellos.
Irene Tarragó Pascau