Alguien me dijo algún día que yo era hipersensible. No lo sé. La verdad es que me observo y cada día mi sensibilidad es distinta y mis percepciones de la realidad y de lo que me rodea, también. No sé si tiene que ver con mi epilepsia o si es totalmente independiente, pero sí que es verdad que mi estado de ánimo, mi autoestima, mi propia valoración, mi confianza en mi misma, es distinta cada día.
Hoy tengo un día gris. Lucho contra él pero me resulta muy difícil. Trato de quitar hierro a las cosas que me suceden, pero es como si hubiera un ser positivo y otro negativo dentro de mí y hoy ganaran todos los argumentos que me da el negativo.
“Doy gracias por colaborar con la visualización de esta enfermedad”
Hoy es uno de esos días en los que me parece que todo se hace en contra mía. En otras ocasiones, estaría reconcomiéndome y hurgando en la herida, sintiéndome cada vez más poca cosa y más triste y dándome mucha pena a mi misma. Lo que pasa es que, en esta ocasión, he decidido no callarme y decir, claramente, pero con mucha educación, lo que me parece a aquellas personas que, supuestamente sin querer, han hecho algo que ha repercutido en mi de manera negativa. Y el resultado, de momento, está siendo muy positivo. Mi creencia era que había que callarse, no protestar, no quejarse, para poder ser querida y aceptada. Y creo que estaba equivocada. Si me callo, corro el riesgo de que quien haya hecho algo, que yo no tengo por qué pensar que ha sido a mala idea, vuelva a hacerlo, porque al no quejarme yo, no ha podido rectificar su acción y vuelva a repetirla.
Todo esto subyace en el deseo, también muy arraigado en mí, de querer caer bien a todo el mundo. Por lo tanto, no digo lo que me gustaría decir, no me quejo de algo que no me parece bien y mi alma va acumulando negatividad por no expresarlo.
Si me callo, corro el riesgo de que quien haya hecho algo, que yo no tengo por qué pensar que ha sido a mala idea, vuelva a hacerlo, porque al no quejarme yo, no ha podido rectificar su acción y vuelva a repetirla.
Os aconsejo que con toda educación y cariño y sin minusvaloraros lo más mínimo, manifestéis siempre vuestros sentimientos y hagáis llegar a la otra persona lo que ha supuesto en vuestro interior algo que ha dicho o ha hecho (o no ha dicho o no ha hecho, que la omisión también puede ofender).
En fin, tras el éxito espectacular del pasado 24 de mayo, Día Nacional de la Epilepsia, con una gran cantidad de monumentos y edificios iluminados de naranja, a quienes desde aquí doy las gracias por colaborar con la visualización de esta enfermedad, hay que seguir trabajando por la calidad de vida física de estos guerreros y guerreras y, también, por la calidad de nuestra vida interior y espiritual, imprescindible para nuestro equilibrio emocional.